Post colaboración de José Luis Casamor, profesor de Geología Marina en la Universitat de Barcelona.

 

Imagen de portada: Los paisajes desde un barco a veces son impresionantes. El «BIO Hespérides» navegando a medianoche cerca de la isla de Smith, en la Antártida (Campaña COHIMAR, diciembre de 2001).

 

Soy geólogo. Insisto en el detalle porque no es habitual conocer a uno. Incluso yo, siendo del ramo, acabo el año codeándome con más especialistas de la Seguridad Social. Pero si ser geólogo es raro, vayamos ahora un poco más allá de la orilla del mar: mi especialidad es la Geología Marina.

Pensándolo bien, habitamos un mundo mayoritariamente cubierto por agua y al que, no sin cierta ironía, le llamamos Planeta Tierra en vez de Planeta Océano. No debería ser tan extraño que haya geólogos marinos, aunque a diferencia de nuestros colegas terrestres no podamos pasearnos libremente por ese mundo subacuático para medir buzamientos y obtener muestras.

Y es que no existe un tapón que permita vaciar el océano para poder visitar el fondo. Los sensores de los satélites tampoco pueden penetrar un medio cubierto por agua. Además, que yo sepa, no hemos desarrollado de repente ninguna adaptación especial, tipo branquias o aletas dorsales, que nos facilite sumergirnos en el mar.

Por tanto, los geólogos marinos solemos utilizar barcos oceanográficos para desarrollar nuestro trabajo. Los costes operativos de esos barcos son elevados y se requiere la oportuna financiación para poder usar uno de ellos. A los días que pasamos navegando y trabajando a bordo le llamamos campaña oceanográfica. Atención: una campaña nunca es sinónimo de crucero, ¡y menos de lujo!

El «BIO Hespérides» a vista de helicóptero en el Mediterráneo Occidental. Los 82 m de eslora de la joya de la oceanografía española equipan una instrumentación de primer nivel para estudiar extensas áreas de los fondos oceánicos (Campaña MARINADA, agosto de 2002)

 

Aunque parezca que uno se lo pasa de miedo surcando el océano, en realidad nos enfrentamos a un medio que a veces puede ser verdaderamente hostil. Por ejemplo, la cubierta de un barco oceanográfico es un hábitat peligroso en días de mala mar. Allí te acecha un ejército de tensos cables y algunos cabos sueltos, todos dispuestos a golpearte sin piedad al menor descuido.

La mala mar también dificulta el trabajo de laboratorio. Pasar horas mirando una pantalla de registro de datos mientras el barco bambolea, cabecea y balancea es toda una experiencia. En casos extremos, algo parecido a estar dentro de una lavadora. Y eso contando que ningún objeto de la sala decida salir volando, con las desastrosas consecuencias que todos hemos sufrido alguna vez.

 

El «OGS Explora» al abrigo de la isla del Oso (Océano Ártico). Podéis ver la experiencia a bordo durante una campaña en: http://marinas1.synology.me/DEGLABAR/El_diario_de_la_campana/El_diario_de_la_campana.html (Campaña DEGLABAR, septiembre de 2015).

 

Pero cuando la mar acompaña, además de disfrutar de la brisa marina fuera de la guardia de trabajo, aprovechamos el tiempo para estudiar la composición de los sedimentos marinos o analizar la estructura del subsuelo oceánico, entre otras cosas. Un buen número de colegas estamos empeñados en mejorar el conocimiento batimétrico de nuestros mares. Aunque parezca mentira, conocemos mejor la topografía de algunos rincones de Marte que la de gran parte de nuestro propio planeta.

Así que, manos a la obra, durante los últimos años hemos ido cartografiando con cierto detalle el relieve submarino de los márgenes continentales del planeta. Algunos resultados son muy espectaculares. Si ir más lejos, una gran parte del mar adyacente a la costa catalana está cortada por profundos y largos cañones submarinos cuyas dimensiones superan a las de cualquier valle terrestre cercano. Otros márgenes peninsulares también muestran morfologías sorprendentes. Conocer en detalle todos estos relieves facilita la gestión del medio, ayuda a explotar mejor los recursos marinos y permite interpretar muchos procesos relacionados con el cambio climático.

Imagen 3D de parte del relieve submarino de Catalunya. Los principales cañones se localizan a la derecha de la imagen (Cañón de Palamós) y en la zona central (Cañón de Blanes).

 

No solo nos hemos quedado cerca de casa. También hemos explorado lugares remotos. En el extremo septentrional de la península Antártica, el estudio de las huellas dejadas en el fondo del mar por el paso de antiguas corrientes de hielo nos ha permitido delimitar la extensión máxima de los mantos de hielo durante la ultima glaciación. En la zona noroccidental de mar de Barents (Ártico), hemos cartografiado parte de uno de los pocos canales profundos preservados en latitudes polares, el canal INBIS. El análisis morfológico del canal permite conocer los procesos sedimentarios glaciares que ayudan a formar estos relieves.

Imagen 3D del conjunto de cárcavas y canales menores de la parte superior del canal INBIS. Estos datos se han incorporado en la última versión de «The International Bathymetric Chart of the Arctic Ocean» (IBCAO).

 

Nuestra singladura podría extenderse a otros mares, pero desde el puente nos indican que es momento de poner rumbo a buen puerto. Ahora ya conocéis un poco mejor cómo trabajamos en un barco y qué estudiamos determinados geólogos marinos. Pero, sobre todo, espero haber despertado un poco más vuestra curiosidad por algunas de las cosas que, más allá de la orilla de mar, hemos ido descubriendo en las profundidades marinas.

¡Hasta la próxima campaña!

 

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