LA GEOLOGÍA DE DIOS
(*Este post es un resumen de la comunicación «Riesgos Geológicos en el Mundo Antiguo: del mito al logos» presentada en el I Seminario Abierto UNED Cartagena Religión y Mito en el Mundo Antiguo, Octubre 2022)
La huella que dejaron en nuestros antepasados los grandes desastres naturales debió ser duradera, y su recuerdo transmitido oralmente duraría muchas generaciones, distorsionándose en esa transmisión al carecer de escritura o no ser muy accesible al pueblo en general.
Por lo tanto, es fácil que un hecho natural podría acabar transformado en un mito, exagerado con la imaginación y transformado conforme a la lógica del pensamiento mítico-mágico de la época, ya que el ser humano tiene una necesidad de encontrar un sentido a los hechos, especialmente los trágicos. Y es así como, a través de los mitos, los desastres naturales podrían acabar estando en las bases de algunas religiones, beneficiado por esa capacidad de generar miedo.
Desde este contexto se realiza una revisión bibliográfica de varios acontecimientos recogidos en textos sagrados, pero desde el punto de vista geológico: 1) las inundaciones y su relación con los diluvios presentes en tres religiones monoteístas originarias del Oriente Medio, 2) terremotos en la destrucción catastrófica de Sodoma y Gomorra, y 3) la erupción minoica de la isla de Santorini (Thera) y su posible relación con las plagas de Egipto.
1.-Diluvio Universal
Este acontecimiento lo podemos encontrar presente en tres religiones monoteístas originarias del Oriente Medio: la judaica y la cristiana, coincidentes ambas en el relato bíblico, y la islámica. Pensemos que el concepto de lo “universal” que tenemos hoy, es muy diferente del que ha se ha tenido a lo largo de casi toda la Historia. Antes, la mayor parte de la gente no conocía más que la comarca en la que vivía y ése era justamente su mundo.
El posible origen lo podemos encontrar en la epopeya de Gilgamés, que a su vez procede de otra más antigua, sumeria, de alrededor del 3.400 AC. Y parece probable que los patriarcas del pueblo judío llevaron con ellos el relato antiguo cuando emigraron desde Mesopotamia y atribuyendo a su dios el diluvio, y lo incorporaron a su propia tradición
Un acontecimiento de esa magnitud hubiera dejado una huella geológica universal en forma de sedimento y de fósiles. No se ha encontrado prueba alguna de estas características y ello llevó a unos de los padres de la geología moderna, Charles Lyell ( Siglo XIX ) , a cuestionar la veracidad del relato bíblico.
En cambio, las inundaciones sí son algo prácticamente universal, no a la vez, claro está, pero se pueden dar en todo el planeta. Existen varias explicaciones científicas sostenibles, para una gran inundación local o regional en Oriente Medio que proporcione apoyo científico en el mito del diluvio sumerio-bíblico-coránico.
“Estuvo lloviendo sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches”. ¿Es esto posible?
Solo tenemos que recordar las inundaciones recientes (verano 2022) en Pakistán, pero tenemos más ejemplo como Myanmar, para darnos cuentas que grandes inundaciones son posibles.
En los grandes ríos. como los mesopotámicos, en sus cursos bajos las inundaciones tienden a ser largas en el tiempo, como la que señala la tradición mediooriental. En Ur, cerca de el Obeid, del IV Milenio aC; Kish, posterior al 3000 a.C.; Fara, poco posterior a la de Ur; Nínive, contemporánea a la de Ur . En ésta última, encontramos capas de limo de gran espesor producto de la decantación del sedimento transportado en suspensión de grandes inundaciones.
La capa de limo de inundación de Ur, fue hallada por Leonard Woolley (arqueólogo) en los años 20 del siglo XX y determinó que se debía a una inundación con 7 m de calado. Es evidente, pues la existencia de testimonios geológicos de la época del origen del mito.
El geólogo austríaco Suess, en 1883, al igual que otros investigadores en el siglo XX, se inclinan por una gigantesca inundación en el curso bajo de los ríos mesopotámicos, concretamente el Eúfrates, en cuyas riberas está Ur. Pero no solo una inundación: pudo darse la coincidencia con un posible ciclón.
Los ciclones, junto a las intensas lluvias, vienen acompañados por grandes ondas de marea producidas por la depresión barométrica, ondas, que al dificultar el drenaje al océano de las zonas inundadas, aumentan la severidad de las inundaciones tanto en términos de calado como de duración. En 1970 y 1991 en el Delta del Ganges, se produjeron devastadoras inundaciones magnificadas por las ondas de marea debido a los ciclones , con cientos de miles de muertos; las casas de una sola planta se convirtieron en trampas mortales.
Un ciclón suficientemente fuerte con grandes ondas de marea y copiosas lluvias, penetrando desde el Golfo Pérsico tierra adentro, hubiera podido generar no solo una gran inundación, sino romper por desbordamiento las presas de tierra en cadena como apuntó Sir William Wilcocks (ingeniero británico).
Pero tenemos otra hipótesis: Ryan y Pitman (en 1998), plantean un escenario y un origen completamente distinto para la gran inundación: el Mar Negro. Fruto de campañas oceanográficas durante la década de 1990, se ha podido comprobar que el Mar Negro era hasta hace unos 7.500 años un lago de agua dulce, confirmado por los hallazgos de conchas de agua dulce datadas isotópicamente. En las riberas de este lago se asentaban con gran probabilidad poblaciones neolíticas. Un gran suceso: el Mediterráneo comenzó a entrar progresivamente por el estrecho de los Dardanelos, convirtiéndolo en un mar salado. A nivel arqueológico, en una docena de lugares alrededor del Mar Negro, aparece súbitamente una cerámica “lineal” que evoca una migración tras la catástrofe.
Sodoma y Gomorra
“Haciendo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego que venía de Yahvé, desde el cielo. Y destruyó aquellas ciudades, y toda la Vega”
Sodoma, Gomorra, Admá y Seboyim, las ciudades destruidas, estaban cerca del Mar Muerto. Este mar se trata de una depresión tectónica en que la corteza terrestre se está abriendo, como en el Valle del Rift africano, y cuyo fondo está casi 800 m más bajo que el nivel del Mediterráneo. Por razones histórico-cronológicas, la destrucción tuvo que producirse hace menos de 4.000 años
El hundimiento de las ciudades podría haberse debido a un fenómeno conocido: a la licuefacción sísmica del terreno. El terreno se comporta como un líquido y es capaz de “engullir” estructuras como las viviendas de poca entidad. Sin embargo, nos faltaría el detalle bíblico del azufre y el fuego. Esta zona era conocida como “Lago Asfaltites”, y El Génesis (14, 10), nos dice que había allí “muchísimos pozos de betún”, lo que llamamos el betún de Judea. En algunos estudios se habla de la región como: “insólitamente rica en termas, fuentes sulfhídricas, depósitos de hidrocarburos”, y de hecho, en el propio Mar, afloran masas asfálticas procedentes de filtraciones submarinas. Es razonable suponer que un terremoto pudiera activar la salida de gases combustibles que podían inflamarse al contacto con el fuego de los hogares e incluso hacer arder rocas bituminosas utilizadas en los muros. Esta hipótesis quedó comprobada en el terremoto de julio de 1927, que produjo efectivamente incendios
Bryant Wood (en 1999) ha sugerido que las ruinas de dos de las ciudades son las hoy llamadas Bab edh-Dhra (Sodoma) y Numeira (Gomorra), en la actual Jordania. Ambos sitios, al parecer, muestran huellas de haber sido destruidas por fuegos producidos por la ignición de productos petrolíferos.
Santorini
Actualmente constituido por dos islas: Thera y Therasia, se trata de un archipiélago volcánico con una elevación máxima de 564 m y una gran caldera en el medio unas cuatro veces mayor en volumen que la formada tras la erupción explosiva del Krakatoa en 1883, con una profundidad de 390m.
En los últimos 200.000 años, se saben al menos 12 grandes erupciones explosivas. La erupción de 1925 fue acompañada de un terremoto destructor de magnitud 6,5, que fue seguido por otro mayor de magnitud 8,2 en 1926, terremoto que produjo decenas de víctimas mortales en la isla vecina de Creta.
En la isla se pueden estudiar tres capas de cenizas arrojadas por la crisis eruptiva del minoico: una inferior de hasta 3 m, otra intermedia de hasta 9,8 m y otra superior de hasta 30 m. La capa de cenizas superior puede seguirse bien en un área de dispersión de unos 200.000 km2, siendo la dispersión del polvo mucho mayor, llegando hasta Turquía o el Delta del Nilo en Egipto al ser empujado por los vientos dominantes, de componente Noroeste casi todo el año y cubriendo las cenizas la parte más oriental de Creta, probablemente en el verano, con la consiguiente destrucción de cosechas. Estamos hablando de 1628-1627 a.C

Lo que revela la última capa de cenizas y el tamaño de la caldera, es que la última erupción del Santorín «fue sustancialmente más poderosa que la del Krakatoa de 1883» (que ya es decir), tratándose de una erupción pliniana, explosiva, (Índice de Explosividad= 6) con elevación de la columna eruptiva del orden de 36 km y volumen arrojado de unos 30 km3 .Esta erupción, al hundirse la caldera, se transformó en freatomagmática, de enorme violencia por la acción del vapor del agua del mar que penetraría en el aparato volcánico. La formación de la caldera por el hundimiento del edificio volcánico debió ser progresiva, acompañándose el proceso de tsunamis, alguno muy fuerte y de terremotos.
Estos fenómenos serían visibles desde Creta, y en particular desde Cnossos, a mínima distancia del volcán. Fenómenos como: tormentas eléctricas visibles en la noche, asociadas a la columna eruptiva; terremotos; caída de cenizas con daños sobre los cultivos; tsunamis con efectos severos sobre la costa, puertos y barcos; oscuridad total producida por las cenizas (en Krakatoa 1883 , a una distancia similar a la de Creta, fue de dos días y medio). También enormes estampidos (la onda sonora del Krakatoa se oyó a 5.000 km y la de presión agrietó edificios a 800 km ); crepúsculos espectaculares producidos por la refracción solar en la ceniza volante; y enfriamientos climáticos perjudicando las cosechas tras las principales erupciones.
Los fenómenos descritos, tuvieron que ser necesariamente sentidos, con menor intensidad, en Egipto, distante unos 800 km del volcán. En particular, fenómenos como los estampidos, tsunamis, caída de polvo volcánico, oscurecimientos y en alguna medida terremotos, debieron causar una alarma general al menos en el Bajo Egipto.
El relato bíblico de las diez plagas de Egipto, que figura en el Éxodo, enviadas por Yahvé contra los enemigos del pueblo elegido fue escrito muy posteriormente a la erupción, no antes de unos trescientos años.
No obstante, algunas de las plagas, de la oscuridad al granizo, de la afección a las cosechas a la muerte del ganado, son coincidentes con lo observado en erupciones como las del Krakatoa (oscuridad), Hekla en 1947 y 1970 (envenenamiento del ganado) o Tambora en 1815 (granizo y plagas de insectos ). De ser ciertas esta tesis, probablemente los autores bíblicos, pertenecientes al área de influencia cultural egipcia, tal y como hicieron con los mitos del diluvio, de núcleo histórico sumerios, asirios y babilónicos , se apropiarían de la tradición egipcia.
Referencias:
«Las Ciencias de la Tierra y la Biblia. Una aproximación desde la razón científica» Boletín Geológico y Minero, 115 (4): 593-628 ISSN: 0366-0176, Ayala-Carcedo, F.J. 2004
«Biblical Flood and geological deluge: the amicable dissociation of geology and Genesis» MARTIN J. S. RUDWICK
«Geology and Religion: A History of Harmony and Hostility». The Geological Society, London, Special Publications, 310, 103–110. KOLBL-EBERT, M. (ed.)
«Geomythology: geological origins of myths and legends», Vitalino en «Myth and Geology» The Geological Society, Special Publications. London, 273, 1-7.